miércoles, 9 de diciembre de 2015

MI SALUD NO VALE NADA




Toda la vida me dijeron que la salud es un tesoro; en todas partes me repetían lo mismo: los profesores en el colegio, la universidad, en charlas con los amigos, en mi época laboral, en charlas familiares y donde se tocara el tema de la salud reiteraban que esta era el mayor tesoro. Tanto lo escuché en décadas de vida y con buena salud que me sentí millonario.
Parece que esto es sólo un decir, algo que se afirma por pasar el tiempo y rellenar unos segundos de la conversación y se repite como una fórmula social porque la realidad me ha demostrado, durante los últimos años, que, por lo menos las muchas personas que conozco, no creen en este tesoro.
Hice de todo en esta vida  vanidoso de mi riqueza saludable hasta que me estrelle contra la realidad, casi a nadie le importa un carajo que uno sea rico en salud mientras no tenga dinero. Después de años de no verse uno con amigos y conocidos, de pronto en la calle o en cualquier parte se los encuentra por casualidad y, sin faltar nunca, vienen las preguntas y las confidencias sobre las personas conocidas.
¿Qué sabes de Fulano de tal?, ¿Cómo esta nuestra querida amiga…? Y el profesor X como está? Me asombran las respuestas, sobre todo cuando los he visto en días pasados o he tenido noticias de ellos por boca de otras personas. Casi sin falta las repuestas son:
·       Fulano está divinamente, compró un apartamento en Santa Marta a la orilla del mar.
·       Sutanita está que no se cambia por nadie, acaba de cambiar de carro y ahora anda en un Audi.
·       Tal y Pascual tiene una villa en Anapoima con piscina y todas las comodidades.
·       La Renqueleta, ahí donde la ven, es dueña de cuatro apartamentos muy bien situados.
Y así sucesivamente siguen nombrando las virtudes económicas y financieras de esas personas que en el pasado fueron amigos de barriada, compañeros de Universidad o colegas en el trabajo. Yo me callo y no opino. Nunca me preocupe por las posesiones materiales de los demás y gasté en ser feliz a mi manera mis salarios. Viajé, practiqué actividades que requerían inversión sin pensar en el futuro, me alimente lo mejor posible y me acerco a los setenta años sin ningún achaque de los llamados propios de la vejez.
Fulano no puede disfrutar de su apartamento en Santa Marta porque sufre de artrosis degenerativa y casi no puede moverse. Sutanita está jodida se una gastritis crónica que le impide comer muchas cosas. Tal y Pascual debe acudir cada tercer día a una diálisis sin la cual se muere… asi sigue la lista, todos son poseedores de riquezas materiales y yo no puedo exhibir sino una casa cómoda y amplia que me parece bonita, no tengo carros ni fincas ni villas en clima caliente.

Puedo comer lo que se me da la gana, mi tensión arterial es la de un niño 118/75, sin problemas de azúcar; duermo sin problemas y hago deporte. Alguna vez dije con orgullo que esa era mi mayor riqueza y me miraron con lástima. La verdad sea dicha; no les envidio ninguna de sus posesiones porque yo estoy mejor; no me duele nada, no debo tomar medicamentos y cada vez que compito en natación contra otros veteranos pienso “yo soy un millonario sin dinero y ellos son unos pobres que lo único que tienen es plata”.

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