Por: Las2orillas | febrero 12, 2019
Tuvo la gloria llegando al Concejo de Bogotá. Ahora vende
empanadas en el norte de Bogotá y resucita en la televisión de la mano de
Enrique Carriazo
Luis Eduardo Díaz era el popular
Lucho embolador de la Plaza de Bolívar cuando decidió lanzarse al concejo de
Bogotá y ni él mismo se la creyó: ganó. Por fuera quedaron pesadas rivales como
Luz María Zapata, la esposa de Germán Vargas Lleras y Lucho se posesionó como
un flamante concejal en enero del 2000.
La fama lo acompañó también en el
anuncio de su matrimonio con su compañera de siempre Gloria Hernández ese mismo
año. Las llamadas cayeron como una catarata a su celular. Políticos como Horacio
Serpa se ofrecían para ser el padrino. Al final se inclinó por el periodista
Yamid Amat, quien estaba en la cima. Arturo Calle le regaló el traje de bodas.
La iglesia del 20 de julio se llenó con invitados y reporteros detrás de una
imagen de Lucho en su camino hacia el altar.
Diecinueve años después el celular de Lucho ha dejado de
sonar. Volvió al comienzo, al barrio Diana Turbay de Bogotá. Con su caja de
dientes nueva igual sigue sonriendo.
Logró reelegirse para el senado en
octubre del 2003, pero la gloria le duró poco: un juez le revolcó su pasado y
terminó destituido recién posesionado a comienzos del 2004. Lucho había sido condenado en 1984 por
robarle un farol a un carro. No importó que lo hubiera hecho acosado por la
necesidad. Su hija menor estaba entre la vida y la muerte con quemaduras graves
sufridas en su propia casa del Turbay. Apareció el delito quince años después
al que se le unió otra condena en 1989. La Procuraduría procedió a actuar y lo
inhabilitaran por 13 años. El castillo de sueños se había derrumbado.
La llegada al consejo tuvo mucho que
ver, precisamente con su pasado de humillación y dificultades. Vivían casi
hacinados en una casa en el barrio Diana Turbay, que dejaba cada mañana para
trasladarse al centro de Bogotá, a los alrededores de la Plaza de Bolívar,
donde con su sonrisa desdentada, seducía a los abogados a quienes les embolaba
sus zapatos. Un golpe de suerte le abrió el horizonte. El abogado Cesar Rosas,
profesor de derecho público, tuvo la extravagante idea de lanzarlo al consejo.
La figura de Lucho recordaba vagamente a Heriberto de la Calle, el embolador
que Jaime Garzón. Era un homenaje que quería hacerle al personaje con el que
los televidentes se burlaban del poder y sin que Lucho lo supiera, le hizo
firmar el aval como candidato al Concejo de Bogotá. No tuvo un solo peso para
hacer la campaña. En el tarjetón ni siquiera apareció su foto: en la
Registraduría no le permitieron la entrada para el registro fotográfico. Llegó
con su overol, su sonrisa de dientes, su piel manchada. Lo trataron como a un
borrachín. Junto a sus hijos y Gloria entregaban los volantes que fotocopiaban
casi que artesanalmente y en los que invirtieron no más de ochenta mil pesos.
Nunca pensó que ganaría.
Estaba en su casa del Diana Turbay
entretenido en una película de Vicente Fernández en el atardecer del domingo 29
de octubre de 1999 cuando reventó la noticia. El asesor del abogado Rosas fue
el emisario: “Ya eres concejal” le dijo. Había obtenido 18.500 votos. El edil
de la localidad le envió inmediatamente unos mariachis y en el Diana Turbay se
encendió la fiesta.
Con su primer sueldo entendió que la
vida le había cambiado. Con los primeros $ 9 millones llevó a su familia de
compras: antójense que yo pago. Y siguió el estallido mediático. La revista
Soho quería desnudarlo; él mismo decidió trasladarse al barrio 20 de julio a
una casa más grande. Compró carro y terminó el programa reconocidos como Yo
José Gabriel. Sin embargo, empezaron a salir los lunares de un pasado
complicado. Apareció la afición a la bebida y su escasa preparación para el rol
público al que estaba sometido. Se ocupó de dos sencillos proyectos: la
reglamentación de la vasectomía, y el uso de piercing y tatuajes.
Con la destitución después de su
reelección en el 2002 sucumbió en el despeñadero. Trece años en el ostracismo hasta que le dio
por dejarse tentar nuevamente por los votos, pero se hundió en su aspiración al
Congreso en el 2014. Regresó a la calle con un puesto de empanadas en el norte
de Bogotá, en la concurrida 85 con carrera 11. Del hueco lo pondrá a volar
Enrique Carriazo, el mejor actor de Colombia que regresa a la televisión encarnando
a Lucho, el embolador.
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