miércoles, 3 de julio de 2013

REMINISCENCIAS DE CHIPAQUE TERCERA ENTREGA

§ 
ESTE BEBE SOY YO HACE UN SIGLO




La Virgen de Fátima
§  Estaba, y creo que sigue allí,  en el alto que domina el pueblo. El monumento se construyó en medio de una curva como para proteger a los viajeros que llegan y salen del poblado. Los noviecitos de la época, que no podían salir solos, subían en procesión con sus acompañantes que por lo general eran los hermanitos menores de la muchacha, una tía o la misma madre, se acomodaban a los pies de la imagen a mirarse y decirse bobadas ante los testigos obligatorios. Algunas parejitas lograban escapar de la vigilancia, porque la tía se dormía o los niños enviados a vigilar se ponían a jugar y se alejaban, y aprovechaban para darse un casto beso. Éramos educados con tantas restricciones y normas de conducta que nadie se salía de las condiciones por miedo al pecado y a la crítica pueblerina. Por algo se ha dicho siempre: “Pueblo pequeño infierno grande” y el nuestro no se salva de esta norma mundial.
§  La estatua erigida era de cuerpo entero,  se veía majestuosa y su contorno grandioso y solemne, con las imágenes de los tres pastorcitos y algunas ovejitas, y con varias placas pequeñas de acción de gracias pegadas luego y discretamente con cemento que quedaban haciendo parte del altar, con las que algunos paisanos favorecidos por los milagros especialmente recibidos en cuanto a su salud dejaban testimonio de sus curaciones gracias a la fe en sus ruegos y peticiones a la Virgen.
§  Al lado de la virgen, existía un hermoso y enorme árbol, bajo cuya sombra hicimos los estudiantes de la escuela o colegio municipales varios paseos didácticos, y años más tarde, ya no en calidad de residentes del pueblo, sino como turistas atraídos por los recuerdos, era imprescindible volver a esa lomita, a esa sombra de lo que quedaba de aquel árbol  a sentarse y meditar un buen rato ante esa postal del teatro de nuestra infancia al frente,  sintiendo la protección para todos de nuestra Señora de Fátima.
§  Este sitio también era nuestro punto de partida para las carreras de carros que terminaban en la entrada del pueblo tres cuadras más abajo, vale decir unos trescientos metros.
§  Los carros de ruedas de madera
§  Estos carritos eran completamente artesanales. No recuerdo el nombre del carpintero de esos años que fabricaba las ruedas de madera que tenían en el centro un tubo de metal galvanizado y estaban recubiertas por caucho de llanta (neumático) para aumentar su duración. El mal llamado carro era una armazón de madera sin mayores pretensiones con un eje fijo en la parte de atrás y en la parte delantera un eje movible para darle dirección al vehículo. Como el flujo de carros a motor era mínimo la carretera estaba sola la mayor parte del tiempo y los cinco o seis carros nuestros se alineaban en la parte inferior del  monumento a la virgen y a la voz de tres los dos componentes del equipo (el conductor y el niño que empujaba) partían a velocidades alarmantes, eso creíamos, en pos del triunfo.
§  Se veían algunos carros de estos, portentosos, hechos en madera fuerte y con toda la tecnología casera,  artesanal y pueblerina  de la época, así como otros modestos ,  más pequeños, pero veloces en cualquier pendiente,  cuyo sistema de frenos, consistía en una palanca  que accionaba el roce de un pedazo de caucho contra las llantas traseras, otro sistema  consistía en un simple pedazo de caucho de llanta de carro que se dejaba largo, colgado y  arrastrándose contra el piso, y para frenar, se requería que el chino copiloto que iba parado detrás del conductor, teniéndose de sus hombros, lo pisara duro para buscar aplicando  las leyes físicas relacionadas con la fricción, ir deteniendo el vehículo…….claro que a veces los sistemas de frenos y/o dirección o la pericia y concentración del piloto fallaban y se presentaban aparatosos accidentes como estrelladas contra el barranco, carros entre las cunetas laterales, volcadas desastrosas con rodillas peladas y dientes desportillados,  y no pocas veces fuimos testigos de algún impacto terrible del “fórmula uno” en cuestión, que por la parada tan repentina e inesperada  catapultaba y sacaba volando como Pepe Guama al pobre copiloto por encima del piloto, con las consabidas consecuencias posteriores, los chichones, rasguños, el overol rasgado por el aterrizaje tan maluco, a veces dentro de las matas o sobre algún cagajón de ganado,…seguía a éste dramático suceso el posterior regaño en casa  y las explicaciones y promesas de que había que ir mejorando la tecnología y seguridad de aquellos veloces carros de nuestra infancia. Mi madre y otras de igual carácter, nos obligaban al pantalón corto hasta los diez o doce años, su argumento era que en caso de porrazo contra el mundo el cuero de las rodillas volvía a nacer pero la tela rasgada del pantalón largo no.

§  Todas las casas tenían estufa de carbón y leña y digo esto porque allí terminaron la mayoría de carritos de madera; ¿la causa?, los repetidos accidentes en los cuales los “pilotos” y “copilotos” resultaron  con las referidas narices reventadas, codos y rodillas peladas, ropa estropeada, descalabrados pero lo que colmó la paciencia de nuestros progenitores fue la fractura de un brazo de un chino hijuemadre que no recuerdo quien fue. Por este motivo una de nuestras mejores y mayores diversiones acabó en el fuego. Purificador del pecado.

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