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ESTE BEBE SOY YO HACE UN SIGLO
La Virgen de Fátima
§ Estaba, y creo que sigue allí, en el alto que domina el
pueblo. El monumento se construyó en medio de una curva como para proteger a
los viajeros que llegan y salen del poblado. Los noviecitos de la época, que no
podían salir solos, subían en procesión con sus acompañantes que por lo general
eran los hermanitos menores de la muchacha, una tía o la misma madre, se
acomodaban a los pies de la imagen a mirarse y decirse bobadas ante los
testigos obligatorios. Algunas parejitas lograban escapar de la vigilancia,
porque la tía se dormía o los niños enviados a vigilar se ponían a jugar y se
alejaban, y aprovechaban para darse un casto beso. Éramos educados con tantas
restricciones y normas de conducta que nadie se salía de las condiciones por
miedo al pecado y a la crítica pueblerina. Por algo se ha dicho siempre:
“Pueblo pequeño infierno grande” y el nuestro no se salva de esta norma
mundial.
§ La estatua erigida era de cuerpo entero, se veía majestuosa y
su contorno grandioso y solemne, con las imágenes de los tres pastorcitos y
algunas ovejitas, y con varias placas pequeñas de acción de gracias pegadas
luego y discretamente con cemento que quedaban haciendo parte del altar, con
las que algunos paisanos favorecidos por los milagros especialmente recibidos
en cuanto a su salud dejaban testimonio de sus curaciones gracias a la fe en
sus ruegos y peticiones a la Virgen.
§ Al lado de la virgen, existía un hermoso y enorme árbol, bajo cuya
sombra hicimos los estudiantes de la escuela o colegio municipales varios
paseos didácticos, y años más tarde, ya no en calidad de residentes del pueblo,
sino como turistas atraídos por los recuerdos, era imprescindible volver a esa
lomita, a esa sombra de lo que quedaba de aquel árbol a sentarse y
meditar un buen rato ante esa postal del teatro de nuestra infancia al frente, sintiendo
la protección para todos de nuestra Señora de Fátima.
§ Este sitio también era nuestro punto de partida para las carreras de
carros que terminaban en la entrada del pueblo tres cuadras más abajo, vale
decir unos trescientos metros.
§ Los carros de ruedas de madera
§ Estos carritos eran completamente artesanales. No recuerdo el nombre del
carpintero de esos años que fabricaba las ruedas de madera que tenían en el
centro un tubo de metal galvanizado y estaban recubiertas por caucho de llanta
(neumático) para aumentar su duración. El mal llamado carro era una armazón de
madera sin mayores pretensiones con un eje fijo en la parte de atrás y en la
parte delantera un eje movible para darle dirección al vehículo. Como el flujo
de carros a motor era mínimo la carretera estaba sola la mayor parte del tiempo
y los cinco o seis carros nuestros se alineaban en la parte inferior
del monumento a la virgen y a la voz de tres los dos componentes del
equipo (el conductor y el niño que empujaba) partían a velocidades alarmantes,
eso creíamos, en pos del triunfo.
§ Se veían algunos carros de estos, portentosos, hechos en madera fuerte y
con toda la tecnología casera, artesanal y
pueblerina de la época, así como otros modestos
, más pequeños, pero veloces en cualquier
pendiente, cuyo sistema de frenos, consistía en una
palanca que accionaba el roce de un pedazo de caucho contra las
llantas traseras, otro sistema consistía en un simple pedazo de
caucho de llanta de carro que se dejaba largo, colgado
y arrastrándose contra el piso, y para frenar, se requería que el
chino copiloto que iba parado detrás del conductor, teniéndose de sus hombros,
lo pisara duro para buscar aplicando las leyes físicas relacionadas
con la fricción, ir deteniendo el vehículo…….claro que a veces los sistemas de
frenos y/o dirección o la pericia y concentración del piloto fallaban y se
presentaban aparatosos accidentes como estrelladas contra el barranco, carros
entre las cunetas laterales, volcadas desastrosas con rodillas peladas y dientes
desportillados, y no pocas veces fuimos testigos de algún impacto
terrible del “fórmula uno” en cuestión, que por la parada tan repentina e
inesperada catapultaba y sacaba volando como Pepe Guama al pobre
copiloto por encima del piloto, con las consabidas consecuencias posteriores,
los chichones, rasguños, el overol rasgado por el aterrizaje tan maluco, a
veces dentro de las matas o sobre algún cagajón de ganado,…seguía a éste
dramático suceso el posterior regaño en casa y las explicaciones y
promesas de que había que ir mejorando la tecnología y seguridad de aquellos
veloces carros de nuestra infancia. Mi madre y otras de igual carácter, nos
obligaban al pantalón corto hasta los diez o doce años, su argumento era que en
caso de porrazo contra el mundo el cuero de las rodillas volvía a nacer pero la
tela rasgada del pantalón largo no.
§ Todas las casas tenían estufa de carbón y leña y digo esto porque allí
terminaron la mayoría de carritos de madera; ¿la causa?, los repetidos
accidentes en los cuales los “pilotos” y “copilotos” resultaron con
las referidas narices reventadas, codos y rodillas peladas, ropa estropeada,
descalabrados pero lo que colmó la paciencia de nuestros progenitores fue la
fractura de un brazo de un chino hijuemadre que no recuerdo quien fue. Por este
motivo una de nuestras mejores y mayores diversiones acabó en el fuego.
Purificador del pecado.
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