EXISTE LA POSIBILIDAD CIENTÍFICA DE CONVERTIRNOS EN ZOMBIS
Hace mucho tiempo la ciudad quedó
completamente desocupada. El panorama es desolador. Algunas casas y los
edificios están reducidos a escombros, a cenizas. No quedan sino los muertos.
En una calle larga se ve una
procesión precisamente de ellos: de muertos. Caminan lentamente, tambaleándose,
como errando. De sus rostros ha ido desapareciendo la carne; no les queda sino
una delgada capa de tejido, ya podrido, sobre un cráneo ennegrecido. Algunos no
tienen ojos. De sus cabezas cuelgan hilos delgados de cabello sucio.
Esa podría ser una de las tantas
imágenes en las que pensamos cuando nos hablan de zombis. Un “apocalipsis” en
el que los “muertos vivientes” dominen el planeta es una de las probables,
aunque remotas posibilidades a las que podrían llevarnos estos tiempos
modernos. O por lo menos así no lo han hecho creer las películas, los libros,
los comics o la televisión.
Sin embargo, en la naturaleza, la
perspectiva de “los muertos vivientes” no es tan remota, tan extraña, y la
ciencia ha documentado casos reales para los que la palabra “aterrador” se
queda corta.
La “avispa parasitaria”
La mariquita es un insecto de jardín
que abunda en casi todos los lugares del mundo. Una criatura tan pequeña, con
ese gracioso caparazón de colores, parecería que no tendría enemigos. En la
naturaleza, eso no pasa: todos tenemos depredadores. El de la mariquita es uno
de los más crueles. Se llama avispa parasitaria (dinocampus coccinellae).
La desprevenida mariquita camina
sobre una hoja. De pronto frente a ella se para una avispa pequeña pero que
intimida. Antes de que la mariquita huya, la terrible avispa le ha clavado su
aguijón y le ha inyectado unos huevecillos y una mezcla química. La mariquita
ya no es más dueña de sí misma.
Cuando el huevo eclosiona, las
diminutas larvas de dinocampus coccinellae se empiezan a comer
desde adentro al desafortunado huésped. Tres semanas después, cuando la avispa
ha adquirido los nutrientes suficientes, perfora el exoesqueleto de
la mariquita. Pero no es el final: aunque se ha librado del parasito, la mente
de la mariquita sigue cautiva.
Ahora la larva de la avispa se agarra
a la parte inferior de la mariquita, envuelta por un capullo, en el que se
queda hasta que su desarrollo se ha completado. Desde allí controla todos los
movimientos del desafortunado animalito. Finalmente, cuando ha cumplido ese
ciclo se va. El huésped muere de inmediato.
La avispa esmeralda
Las victimas preferidas de la avispa
esmeralda (Ampulex compressa) son las cucarachas. En los
enfrentamientos estas últimas siempre son las perdedoras, con una precisión
quirúrgica, la malévola avispa le inyecta en la cabeza un coctel de sustancias
que afecta directamente los neurotransmisores de la cucaracha. Ahora es un
“muerto viviente”.
Como si fuera su marioneta, la avispa
lleva la cucaracha hasta su madriguera, jalándola de las antenas. Allí deposita
sus huevos dentro del huésped. Cuando empollan, las larvas salen y se comen a
la cucaracha. El toxoplasma
El toxoplama gondii es
un parasito que solo se multiplica dentro del sistema digestivo de los gatos.
Antes de llegar allí ha hecho una larga travesía, en la que ha convertido a una
desafortunada criatura en un zombi: se apoderó, primero, de un ratón.
A tal nivel afecta el toxoplasma a
los roedores, que literalmente pierden el miedo a los gatos. El sofisticado
movimiento que hizo el parasito, incluso obliga a quien lo alberga a que se
acerque a su natural depredador. El ratón no se esconde. No huye. Va, como sin
control de sus movimientos, directamente hasta el hocico del primer gato que
encuentre.
Ya dentro del gato, el toxoplasma se
reproduce, para luego convertirse en una enfermedad, la toxoplasmosis, que
afecta a los gatos y, algunas veces a los fetos humanos. La vía de contagio es
por las heces de los felinos. Ya se sabe qué hizo el toxoplasma para llegar
allá.
El parasito de las ranas deformes
Se llama Ribeiroia ondatrae. Es
un microscópico parasito que habita en lagos, estanques y ríos. Sus víctimas
son dos: los caracoles y las ranas.
En la primera parte de su ciclo de
vida, infecta al caracol, ya que se reproduce dentro del sistema digestivo del
molusco. Cuando ha cumplido su primera etapa, miles de larvas del parasito
salen por las excreciones del caracol, dispuestos a buscar a su otro huésped;
uno con el que harán cosas horrendas.
Mientras los pequeños renacuajos
nadan desprevenidamente, miles de ribeiroia se enquistan en
sus nacientes extremidades, y a medida que el animal crece, también va
desarrollando deformaciones, parecidas a sus ancas originales. Será una rana
con seis patas o más.
La pobre rana es incapaz de evitar el
peligro porque el parasito también se ha alojado en su cerebro. Tiene la
necesidad inexplicable de pasar más tiempo en la superficie del agua, expuesto
a las aves acuáticas, como la garza por ejemplo, que sin pensarlo ni un minuto
se engulliría a la rana llena de Ribeiroia. Luego el ave se irá a otro lago,
defecará, y el ciclo del terrible parasito empezará de nuevo.
La hormiga zombi
Transportadas por el aire, las
esporas del hongo ophiocordyceps, buscan a su víctima. Una
desprevenida hormiga será sobre quien caerá la desgracia. Apenas la espora toca
la cabeza del insecto, empieza a perforar hasta llegar al cerebro. Desde
allí se hace dueña y señora de la voluntad de la hormiga.
Las órdenes del hongo son muy
simples: necesita que la hormiga se aleje del suelo, que no trabaje con su
colonia, y que, al contrario, se suba, ojalá a una planta alta y se quede allí,
quieta. El instinto de la hormiga la obligaría a ir hasta donde están los
suyos, pero no puede. Su tarea es esperar, en medio de una lenta agonía, que la
espora del hongo brote, directamente de su cabeza, y pueda soltar nuevas
esporas para que el aterrador ciclo empiece una vez más.
¿Qué dice la ciencia?
De acuerdo con la Revista National
Geographic, la explicación a que algunas especies, sobretodo de parásitos
se comporten así, estaría en algo que se llama fenotipo extendido.
Vamos por partes. Se sabe que el
genotipo es la información genética que posee un organismo en particular. El
fenotipo, por otro lado, sería la forma en que los genes se expresan: color de
ojos, de cabello, tono de piel etc. En esa medida, y de acuerdo al biólogo Richard
Dawkins, “tenía que haber en los parásitos genes más poderosos que aquellos
de los huéspedes mismos y que normalmente controlan sus acciones”.
En esa medida, el fenotipo extendido
sería una mutación responsable de que ciertas criaturas tuvieran la posibilidad
de controlar a otras completamente. Se ha ido desarrollando, explica el
experto, por un largo y complejo proceso de evolución.
¿Qué podría pasar con los seres
humanos?
Steven C. Scholzman, profesor de
siquiatría de la Escuela de medicina de Harvard, ha intentado demostrar que la
posibilidad de muertos vivientes, sería más que una simple
especulación o una fantasía de guionistas o escritores con mucha imaginación.
Dice que el caso médico se llamaría Síndrome
de la deficiencia de la saciedad atáxica. La clave de la enfermedad,
que nos convertiría en zombis, sería un daño irreversible en el lóbulo
frontal del cerebro.
Resultaría posible que una persona
sufriera un daño cerebral severo, que lo haría perder la conciencia, manteniendo,
sin embargo, funciones de movimiento, además del apetito y la compulsión, que
se verían aumentados según la gravedad del síndrome. En el lóbulo frontal,
también se controlan los sentimientos de saciedad o ira. Alguien enfermo se
movería sin conciencia de sí mismo, pero con un terrible apetito y muy, muy
enojado. Literalmente, un zombi.
En las películas, las series, los
comics o los libros, el tantas veces nombrado “apocalipsis zombi”, empieza,
generalmente con un virus terrible. De acurdo con Scholzman, que una infección
viral afecte el lóbulo frontal de los humanos no es para nada descabellado. Es
más: parece una gran posibilidad. Falta ver cuál sería el origen de la
epidemia.
Muy inteligente y creativa forma de estimular la lectura y consecuentemente la ciencia, soy muy afortunado por haberme topado con tan genial artista. Beberé de tu sabiduría mi cerebro será huésped de tu genoma y parasitaré a todo los jóvenes que me encuentre comenzando por mis hijos y nietos, para que todos seamos escritores y pintores de las bellezas de mi paiz y la nobleza de alma que cada quien posee.
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