La carta no podía ser más extraña. La firmaba Luis
Carlos Restrepo e iba dirigida al expresidente Álvaro Uribe. Restrepo en la
actualidad se encuentra prófugo de la Justicia y está asilado en Canadá. Hacía
tiempo no se oía de él y su reaparición sorprendió.
En la carta señalaba
que la supuesta financiación de Odebrecht en Brasil al asesor de ese país,
Eduardo ‘Duda’ Mendonça, para la campaña de Óscar Iván Zuluaga era una “falta
ética”. Según Restrepo, aunque Zuluaga no se hubiera enterado, era
impresentable haber recurrido a una empresa contratista del Estado para
financiar indirectamente una parte de su campaña. En la contabilidad de esta se
había registrado un pago de 1,5 millones de dólares, mientras que la cotización
original del asesor brasileño había sido de 4,3 millones.
Esto hizo pensar que
había gato encerrado. La versión de Zuluaga es que la cotización inicial sí fue
de 4,3 millones, pero que obtuvo una rebaja sustancial a 1,5 millones. Sin
embargo, la revista Veja, la más influyente de Brasil, recientemente reveló
datos adicionales. Coincide en que en Colombia hubo un pago de 1,5 millones de
dólares, pero agrega que Odebrecht por su lado le pagó a Duda 1,6 millones de
dólares en efectivo y otra parte con bienes inmuebles. Como afirmó Alfonso
Gómez Méndez en una columna reciente, todas las campañas tienen una parte de su
financiación no registrada, la cual generalmente es imposible de detectar. En
este caso, por tratarse de una revelación proveniente de Brasil, el escándalo
salió a flote.
De ser verdad, no
solo se trataría de una irregularidad contable, sino también de una violación a
los topes y aportes permitidos para la financiación de la campaña. Lo sucedido
en términos legales es delicado, pero en términos políticos puede ser mortal.
Zuluaga es el precandidato del Centro Democrático que encabeza las encuestas y
la revelación de Odebrecht le hace un daño enorme. No solo por el artículo de
la revista brasileña, sino por la carta de Luis Carlos Restrepo y la reacción
de Álvaro Uribe.
El expresidente anexó
la carta de Restrepo a una de su puño y letra en la cual le solicitó al comité
de ética de su partido investigar a Zuluaga. Teniendo en cuenta que este último
en la actualidad no solo es precandidato, sino también el presidente de la
colectividad, la sola solicitud de una investigación, por parte del jefe
supremo, ha sido interpretada como una lápida política. Puede leer: Archivo del
caso Zuluaga: ¿Qué tan justificado es? Detrás de este episodio hay varios
elementos.
El primero es que,
ante un país obsesionado por el tema de la corrupción, es imposible defender al
presidente del Centro Democrático por más rutinaria que sea la irregularidad en
la cual incurrió. Pero hay una consideración de más peso. En círculos bien
informados se sabe que el Centro Democrático tiene tres candidatos, pero que el
expresidente prefiere a uno de ellos: Iván Duque. No tanto porque le parezca el
más calificado, sino porque ve en él una especie de hijo político, como lo fue
Andrés Felipe Arias en su momento.
Sin embargo, Álvaro
Uribe no ha querido mostrar favoritismo por ninguno de sus discípulos. Eso le
ha permitido no comprometerse públicamente, pero para los allegados es claro
que su corazón está con Duque. Zuluaga, por haber obtenido 7 millones de votos
en las últimas elecciones, encabezaba las encuestas internas del partido.
Muchos observadores, sin embargo, consideran que esos votos no fueron del
candidato derrotado, sino simplemente endosados por Uribe y que están
disponibles para quien él unja.
Por otra parte, un
triunfo del Centro Democrático sobre el santismo requiere renovación y eso
definitivamente no lo encarna Zuluaga. Por lo tanto, el escándalo de la semana
pasada le dio a Uribe la oportunidad de solucionar un problema que por amistad
no hubiera podido resolver personalmente. Le sugerimos: Los tentáculos de
Odebrecht De ser así, de los tres candidatos quedan dos: Carlos Holmes Trujillo
García e Iván Duque. En principio se podría decir que, aun sin escándalos,
Trujillo la tiene más difícil por las mismas razones que Óscar Iván. En una
coyuntura en la que todo lo que representa el establecimiento tradicional
produce desgano en el electorado, ser miembro de una dinastía política regional
no es una ventaja para él. Sin embargo, tiene una trayectoria y experiencia
como pocos en el país.
Ha sido alcalde,
constituyente, embajador, ministro y candidato a la Vicepresidencia de Óscar
Iván Zuluaga. Y en los últimos meses ha neutralizado en parte su imagen de
político tradicional al mostrarse como un hombre muy bien preparado, elocuente
y un columnista influyente. De lo que no hay duda es que tanto Óscar Iván
Zuluaga como Carlos Holmes Trujillo tienen más quilates en su hoja de vida, más
experiencia y más cancha que Duque.
Él solo les podría
sacar ventaja en lo que Uribe más valora en la actualidad: elegibilidad. Según
prácticamente todos los analistas, en Colombia el rechazo por lo tradicional ha
creado la coyuntura para que surja lo que los anglosajones denominan un
outsider. Es decir, alguien de afuera, nuevo y, en todo caso, algo diferente.
En teoría Iván Duque no lo es. Es el hijo consentido de Álvaro Uribe, quien
nada tiene de outsider. Sin embargo, es joven, preparado y mediático y
relativamente desconocido, lo cual lo convierte en un semi-outsider. A eso se
suma que su mentor es Álvaro Uribe, el jefe del antisantismo, corriente que
para muchos constituye una fuerza electoral tan poderosa como la del
antiestablecimiento.
De ahí que el
expresidente tenga contemplado que Duque y él son la ecuación ganadora. Como no
puede decir eso de frente, manda señales indirectas. Con frecuencia cuando un
parlamentario le pide una cita, él lo recibe con Iván Duque a su lado sin tocar
el tema electoral.
No obstante, como
tiene que mostrarse neutral, Uribe no quiere imponerlo a dedo. Pero Duque tiene
el problema de que en la actualidad no tiene asegurado el triunfo ni en una
convención del partido, donde los veteranos ganarían, ni en una consulta
popular abierta en la que el electorado pueda escoger entre los tres
precandidatos.
En la última encuesta
de Gallup solo contaba con 0,7 por ciento de apoyo y en la última de YanHaas
registró un 6 por ciento. Los profesionales de la política, sin embargo, saben
que lo que está hoy sobre el tapete poco tiene que ver con la realidad
electoral dentro de un año. Y también son conscientes de que la clave del éxito
en las presidenciales de 2018 no es quién gana hoy, sino quién tiene más
proyección hacia el futuro. A pesar de su falta de experiencia, hoy por hoy el
puntero es Duque.
La razón es que
mientras sus rivales tienen apoyo dentro del Centro Democrático, él lo tiene
más allá del partido. Eso ha creado fisuras con algunos furibistas que lo han
acusado de poner sus intereses personales por encima de los de la colectividad.
Al cerrar la semana se supo que Iván Duque había acompañado a Óscar Iván
Zuluaga y a su hijo David a la reunión con Duda Mendonça en São Paulo. Como de
esta surgió el escándalo de los pagos irregulares, su presencia allá no lo
favorece. Su descargo es que allá solo se les hizo una presentación sobre los
servicios de la empresa y no se habló de plata. Y solo asistió a una reunión.
Eso podría ser
verdad, pero es el mismo argumento que invoca Óscar Iván Zuluaga, a quien están
ridiculizando con el mote samperista de que “todo fue a mis espaldas”. En todo
caso tanto el candidato como su hijo David, gerente de la campaña, están
enredados en el asunto.
Para Álvaro Uribe es
incómodo tener que defender a Duque mientras que simultáneamente está zafando a
Zuluaga por el caso Odebrecht.
Porque definitivamente
pocos creen que la carta de Luis Carlos Restrepo para denunciar “la falta de
ética” de Zuluaga haya sido una iniciativa personal, enviada sin el
conocimiento del expresidente. Tampoco es muy lógico que un prófugo de la
Justicia sea el faro ético del partido. Pero independientemente de estas
consideraciones, el efecto político de esa inusual carta parece ser la
sepultura de la candidatura de Óscar Iván Zuluaga.
TOMADO DE REVISTA SEMANA
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