lunes, 27 de agosto de 2018

LA CORRUPTORA DE CARTAGENA



Bronceada, voluptuosa, de pelo negro hasta la cadera, el abdomen marcado, diseño de sonrisa y senos de infarto. Así es Liliana del Carmen Campos Puello, una cartagenera de 42 años que tiene dos hijos y una nieta, y que bien podría pasar por una ‘cuchibarbie’ común y corriente. Sin embargo, ya no puede pavonear sus cirugías plásticas por la Heroica. Hace unos días, en
un gigantesco operativo contra la trata de personas y la prostitución infantil, las autoridades la capturaron por ser la presunta cabeza de la red de proxenetismo más grande de Cartagena. ‘la Madame’, ‘la Cuchibarbie’, ‘Vara de Caballo’, ‘la Ronca’... tiene muchos alias, muchas curvas y muchos líos con la ley.
Liliana Campos creció en el barrio popular Blas de Lezo, en el suroccidente de la capital de Bolívar, como la segunda de cuatro hermanos en el seno de una familia de origen humilde. Bonita y alta desde sus días de colegiala en la Institución Educativa Lourdes, ubicada en el Pie de la Popa, sus amigos le decían que tenía porte de modelo, algo que no dejó de aprovechar.
En los años noventa, en busca del sueño americano, entró indocumentada a Estados Unidos por la frontera mexicana, con el pelo tinturado de fucsia y ansias de dinero. Cuando volvió a Colombia había subido de estrato. Según investigaciones de las autoridades, se pasó a vivir al barrio El Recreo de su ciudad natal y empezó a reclutar jovencitas de sus antiguas barriadas, a quienes les enseñaba cómo interactuar con sus clientes, turistas nacionales y extranjeros en fiestas sexuales y orgías colmadas de alcohol y drogas.
En un punto, a los vecinos les pareció raro que tantas niñas llegaran a buscarla, así que cuando vio que levantaba sospechas decidió mudarse al exclusivo barrio Castillogrande, cerca de la zona turística, donde montó una agencia de modelaje como fachada. Así le era más fácil no generar suspicacias y comenzar a erigir su imperio sexual.
Según la Fiscalía, con presuntos nexos con hoteleros, extranjeros y miembros de las autoridades colombianas, ‘la Madame‘ lideraba “un corredor sexual” en las playas cartageneras y en las islas de Cholón y Playa Blanca. Supuestamente, tenía un grupo de WhatsApp llamado ‘Eventos Cartagena y eventos internacionales’, desde donde coordinaba los servicios, los horarios, las rutinas y, además, distribuía un “catálogo” en el que exhibía a sus “empleadas”, algunas de ellas entre los 14 y los 17 años. Cobraba unos tres millones de pesos por cada una, siempre con comisiones astronómicas: dos millones para ella, uno para la joven.
A ‘la Madame’ le encantaba ‘chicanear’ en redes sociales. En una de las fotos, que hoy hacen parte del acervo probatorio en su contra, posa sonriente mientras sostiene en las manos varios cientos de dólares junto a gruesos fajos de billetes de 50.000 pesos y carteras de marca. Champaña, yates de lujo y paisajes paradisíacos enmarcaban sus publicaciones, generalmente rodeada de mujeres jóvenes con nalgas de acero y bikinis diminutos. “Enseñando a las empleadas”, como le gustaba titular sus videos, era una de sus formas de promocionarse, siempre con poca ropa y mucho reguetón.
Cuando las bacanales no tenían lugar en yates, los hombres recogían a las jóvenes en la emblemática Plaza de los Coches o en la Torre del Reloj, en el Centro Histórico, en pleno corazón turístico de Cartagena. Luego, salían hacia hostales u hoteles cercanos que también estarían implicados en el llamado “cartel del sexo”. Los administradores se hacían los de la vista gorda y permitían que los hombres ingresaran sin registro oficial hotelero y ocuparan habitaciones de manera clandestina.
Pero los servicios no se quedaban en la Heroica. Al parecer, ‘la Madame’ tenía tantos contactos que sus servicios eran transnacionales. Conseguía visas y pasaportes para sacar a las jóvenes del país, especialmente a las Bahamas y Miami. Les entregaba dólares para su manutención los primeros días y, una vez allá, les retenía los documentos hasta el día que regresaban.
Para desenmarañar la red de prostitución, las autoridades desplegaron una operación con agentes encubiertos, cámaras escondidas y rastreos telefónicos. Pero fue solo hasta finales de julio que lograron conseguir las pruebas suficientes para dar el golpe. Un agente encubierto siguió a ‘la Madame’ hasta un centro comercial en el que se reunió con un grupo de turistas. Tras enseñarles el “catálogo” para su bacanal isleña, dejó todo coordinado, se montó en un carro lujoso, como acostumbraba, y volvió a su casa.
Al día siguiente fue capturada. Liliana del Carmen Campos se bajó de la patrulla de Policía llorando, sin maquillaje, en pinta dominguera, de sudadera y tenis blancos. Dos funcionarios de la Dijín la custodiaron hasta el Centro de Servicios Judiciales en la plaza Benkos Biohó del centro de Cartagena. Luego, al borde de un ataque de nervios, se presentó ante la jueza segunda penal de garantías, quien determinó que la diligencia sería a puerta cerrada, sin permitir el acceso a los medios de comunicación. La Fiscalía le imputó los cargos de trata de personas, concierto para delinquir e inducción a la prostitución, los cuales no aceptó. Por si fuera poco, ‘La Madame’ tiene antecedentes por tráfico de heroína y por ingreso y permanencia irregular en Estados Unidos. La pena podrían llegar a 23 años de cárcel.
Lo cierto es que la Operación Vesta I, coordinada entre la Policía Nacional, la Fiscalía, Migración Colombia y la agencia de cooperación internacional Homeland Security Investigations de Estados Unidos (ICE/HIS), no dejó títere con cabeza. Las autoridades desmantelaron cuatro redes de prostitución, en las que explotaban sexualmente a cerca de 250 menores de edad. Algunas de ellas son venezolanas que, huyendo de la crisis humanitaria de su país, llegaron a Cartagena para ganar en pesos. Las autoridades migratorias afirmaron que estas jóvenes no serán deportadas sino que las atenderá el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar.
Con 13 allanamientos, la Policía capturó a 18 personas y realizó diligencia de seguimiento a cinco hoteles de la ciudad. Entre estos está la Casa Benjamín, en el barrio El Laguito, que sería propiedad del israelí Assi Moosh Ben Mush. Mush fue expulsado de Colombia el año pasado, luego de atemorizar por meses a la población de Taganga con sus escabrosas redes de turismo sexual y sus bacanales que podían durar varios días. Hoy es buscado con circular azul de la Interpol, así como el argentino Marcos Gabriel Franco, el alemán Thomas Daniel Dominique y los estadounidenses Michael Finale y Griffith Terán, supuestamente cabecillas de la red criminal de prostitución y que deberán responder por el delito de abuso sexual a menores de 14 años.
Además, entre los capturados están Javier Tovar y Naymiro Cabarca, dos integrantes de la Policía que supuestamente exigían dinero para no capturar a los turistas que pagaban por servicios sexuales. En uno de los casos más escandalosos, está el capitán de Infantería de Marina de 35 años Raúl Danilo Romero Pabón, quien ya fue destituido de la Armada y que, al parecer, era uno de los clientes más asiduos.
Romero Pabón aceptó los cargos de concierto para delinquir, estímulo a la prostitución a menores de edad, demanda y explotación sexual comercial de persona menor de 18 años y utilización de medios de comunicación para facilitar explotación sexual comercial de menores, por los que tiene medida de aseguramiento. Como un depredador sexual, andaba en moto por los extramuros en busca de jovencitas o las contactaba por redes sociales para abusarlas. Luego compraba su silencio para mantener la imagen de militar intachable. Pero definitivamente lo más aberrante es que, como si el trauma no fuera ya imborrable, les hacía tatuar sus iniciales o, a veces, su nombre grande y en letra cursiva. Las marcaba.
Señoras de barrios exclusivos, turistas extranjeros, criminales perseguidos por la Interpol y funcionarios públicos corruptos. Este no es el primer escándalo de turismo y explotación sexual en Cartagena, pero definitivamente es, hasta el momento, el más grande.
Publicado en SOHO


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