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sábado, 23 de septiembre de 2017

DE DONDE NACEN LOS APODOS?







¿POR QUÉ LOS APODOS?
Esta costumbre de darle a la gente un mote, alias, sobrenombre o apodo no es nueva ni exclusiva de un país concreto; pertenece al legado de la humanidad y a todas las épocas históricas. Buscar las razones sería dispendioso y no pretendo agotar el tema, de manera que dejo a los reyes, príncipes, santos, héroes y demás de la historia universal quietos y me dedico a los apodos comunes y corrientes que recorren en la actualidad la geografía de nuestros países latinoamericanos.
También dejo por fuera a los famosos: “La pulga” Messi, Pelé (Edson Arantes do Nascimento); oigan, a propósito, ¿si sabían que los futbolistas brasileños son los únicos en los campeonatos mundiales que no son llamados por sus nombres sino por sus apodos?
Cabe anotar que en los apodos se utilizan apocopes, síncopes y cuanta licencia poética existe en la lengua española; doy como ejemplos: “Carepapa”, “Culichupao”, “Chupadeo”, “Jetecandao”, por Cara de papa, Culo chupado, Chupa dedo, Jeta de candado. Entonces, en su corrector de ortografía, este artículo aparecerá lleno de horrores ortográficos. Pero es que las palabras correspondientes bien escritas le quitan el sabor autóctono a los motes.
Un apodo nace de una semejanza, de una equivocación, de un compromiso, de un defecto o, escúchenlo bien, son heredados. Se sabe de alias que pasaron de generación en generación y de una persona a toda la familia. En algunos casos el apodo cambio de género, por ejemplo en mi pueblo a una mujer que le decían “La Racha” le cedió  el apodo a su descendencia y a sus hijos y nietos los apodan “Los Rachos”. En otro pueblo de mis amores a cierto seños lo motejaron “El Diablo” y por derecha a toda su descendencia, así que hay diablos y diablas en la familia Chaparro.
Al final del artículo encontrarán un listado amplio de apodos curiosos y malintencionados con la debida explicación, como abrebocas van dos ejemplos:
•         “Carpa de circo”: así le dicen porque la clavan en cualquier potrero.
•         “Vaso de agua”: porque no se le niega a nadie.
Hay gremios de gremios y entre la comunidad dedicada a los carros (choferes, mecánicos, ayudantes, etc.), abundan las personas que olvidan sus nombres propios y sólo responden al mote que les acomodaron sus compañeros:
Hay sobrenombres para todos los gustos y se pueden clasificar en varias categorías.
•         Aficiones: según el gusto del personaje le acomodan su alias, veamos, sin explicaciones: “El ciclista”, “Patinador”, “Futbolito”, “Fan estrella”, “Todos los domingos”…
•         Animales: pienso que en este renglón están la mayoría de motes y se dan por el parecido físico de la víctima o por alguna similitud de actitud, movimientos, defectos o cualidades. Encontramos “Gato”, “Burro”, “Caballo” en todas las latitudes, no es sino escuchar una transmisión de un partido de fútbol para comprobarlo pero, no es exclusivo del deporte ni de los mamíferos; abundan las “Pulgas” por el tamaño de la persona, “Sapo”, “Caimán”, “Babosa”, “Alacrán”, “Culebra” y hasta “Microbio”.
•         Antítesis: apodos por lo general cariñosos que utilizan los enamorados; el novio a su novia rubia le llama “Negrita” y ella a su gordo le dice “Flaco”. Igual son comunes: “Chiquita”, “Peludo” (un novio calvo). De la misma manera se le moteja de “El Lindo” a un tipo monstruoso, “Sonrisal” a uno bien agrio, “Insomnio” a una persona que se la pasa durmiendo y de la misma manera le dicen “Morfeo” a uno que casi no duerme.
•         Cualidades. Se pueden convertir en defectos por causa de querer decir lo contrario de lo que expresa el apodo como “El Caritativo” es un desgraciado que no da limosna no socorre a nadie;  “Pasolento” le decían en Mosquera a un loquito que andaba de afán a toda hora, “Belleza” a un feo de marca mayor, lo mismo “Lindura”, “Cosarica”, “Besolimpio”…
•         Defectos: es por el estilo de la clasificación anterior pero basada en defectos muy visibles: “Patepalo”, “Tuerto”, “Medio beso” (a uno con labio leporino), “Pocos ojos” (de esos que tienen los ojos semi cerrados como los japoneses),  “Mucha plata” a un pobre infeliz, “Pecado mortal” a una muchacha muy fea…
•         Familiares. En cada familia se utilizan motes cariñosos ´para nombrar algunos de sus integrantes. Algunas de estas palabras se consagraron en el léxico corriente y reciben el nombre de hipocorísticos, veamos una lista incompleta:
-         Memo: para Guillermo
-         Pipe para Felipe
-         Quico para Federico
-         Chela para Graciela
-         Chepa para Josefa
-         Lucho para Luis
-         Concha para Concepción
La lista es interminable y, para fortuna de algunas de esas personas, el hipocorístico los salva de cosas peores, qué si no estos de muestra:
-         Encarna para Encarnación
-         Diosa para Dioselina
-         Pura para Purificación
-         Viges para Eduviges

•         Lugares
•         Oficios: no son apodos muy sonoros ni espectaculares pero si definen a muchas personas: “Zapatero”, “Carpintero”, “Chatarrero”, “Panadero”, etc.
•         Personajes: por sus aficiones, gustos o parecidos, reciben el nombre de algún personaje de la historia, la literatura, el cine, etc.:  “Tarzán”, “Supermán”, “Napoleón”, “Cochise”, etc.
•         Profesiones: “Doctor”, “Científico loco”, “Matemático”, etc
•         Símiles: el mote se acomoda por alguna característica que la víctima tiene con algún ser vivo o alguna cosa:
-         “Carevaca”
-         “Culoetonta”
-         “Cuatrolámparas”, por el uso de anteojos.
-         “Careplatón”
-         “Matasuegras”
-         “Patecumbia”

-         “Trompiliso”

miércoles, 21 de octubre de 2015

JUAN BAUSTISTA SANTIFICADOR DE APODOS

JUAN BAUSTISTA  SANTIFICADOR DE APODOS
Uno de tantos personajes de mi pueblo fue un señor de apellido Bautista del cual nadie recordó su nombre después de que pasó lo que pasó y es parte de la historia de esa aldea. Llegó como vendedor de ungüentos, medicinas y pócimas para curar desde la pecueca hasta el cáncer más arraigado, según pregonaba los días de mercado en el centro de la plaza. Dos días de la semana arribaba  y como llegaba marchaba para el siguiente pueblo donde hubiera ferias y fiestas o fuera día de mercado; hasta simpático era el hombre y ganaba amigos en todas partes con su verbo prodigioso de vendedor de específicos y formulas mágicas, para atraer la buena suerte y atar por siempre al ser amado, parecía que se las sabia todas.
Cuando hizo muchos amigos en las tiendas donde ofrecía su mercancía y sus servicios, empezó a beber como todos los caballeros porque ese fue y sigue siendo el deporte preferido de mi poblado, hasta perder la razón. Cuando se supo que su apellido era Bautista le acomodaron el Juan por delante y así quedó para siempre: JUAN EL BAUTISTA. Como el tipo era adicto a las bromas, los chistes, coplas chascarrillos y otras manifestaciones del humor popular, se destapo primero con adivinanzas picantes, chistes de doble sentido y coplas contra todo lo divino y lo humano. A medida que aumentaba la confianza comenzó a buscar apodos para todos los señores y señoras del pueblo, comenzando por sus amigotes y siguiendo por derecha contra todo lo que se movía en dos patas.
Quiero aclarar lo de dos patas; en mi pueblo los gallos son una de las distracciones y los criadores ponen nombres a sus animales, asi que “Espuelita”, “Cantaclaro”, “Vengador”, “Sangrebrava” y muchos otros fueron bautizados por Bautista que aun no era nombrado Juan. Con la confianza que le brindaban durante las horas de bebida empezó a bautizar sus amigotes como “Mangamiada” porque siempre se salpicaba cuando iba a orinar, “Culichupao” por su escasez de nalgas, “Matasuegras” porque era viudo dos veces, “Polvotriste” porque se le salían las lagrimas cuando tenía sexo… y así con todos los contertulios de sus juergas nocturnas. Y ahí si llegó el momento de apodarlo Juan el Bautista.
El bendito Bautista tomó su apodo en serio y cada vez que acomodaba un sobrenombre a una víctima del pueblo se paraba ceremonioso y decía: “Fulano de tal, yo te bautizo “Muertoparao” en el nombre del padre, de los hijos y de todos los sinvergüenzas aquí presentes, amen” echaba una bendición sacrílega al aire y todos soltaban la carcajada. Fue tanta la algarabía por los bautismos que sus alias se hicieron comunes y ya nadie se llamaba como lo puso el cura en la iglesia sino como lo bautizó Juan el Bautista en una taberna… pero todo tiene un final.
El comienzo del fin llegó cuando el hombre empezó a bautizar a las autoridades civiles y eclesiásticas a sus espaldas, como puede suponerse, y los pobladores a llamarlos por el apodo y cuchichear cuando transitaban por las calles. “Panceburra” era el alcalde por su abdomen prominente; “Mamasanta” la madre superiora de las monjas, “Culoetonta” el comandante de la policía, “Asaltacunas”el juez municipal por su gusto por las muchachitas y así con los del consejo, el rector del colegio y demás personajes destacados del pequeño poblado: “Pedoloco”, “Mocochirle”, “Manoerrana”, “Sabandija” y cuanto bicho o parecido encontraba lo acomodaba a alguien.
Todo era bajo control hasta que empezaron a filtrarse los apodos a los que inocentemente los llevaban con su desconocimiento. Y ahí no paro la cosa porque, llevado del éxito y las risas que lo proclamaban Bautista de los apodos, se metió con las damas, lo más sagrado de la comunidad. Y no era en si el sobrenombre sino el significado que tenía y que llegó a oídos de las víctimas por la vía de la chismosa del pueblo. Uno de los borrachines estaba casado con ella y muerto de la risa le contaba de los nuevos apodos que causaban hilaridad en ella de la misma manera. Pero cuando se metió con sus amigas y conocidas… ah, y con ella misma, eso fue el mierdero como dijeron después sus amigotes y es que no era para menos.
Mientras no hubo traducción de significados el problema no estalló pero cuando se supo que “Carpaecirco” quería decir que la clavaban en cualquier potrero, “Vasodeagua” no se le niega a nadie, “Cajeroautomatico” abierto las 24 horas, “La ninfómana” que no se saciaba con nada, “Monedita” que pasa de mano en mano, “Billetico” que todos la manosean y así con muchas otras. Por fortuna alguien le avisó antes de que esposos, padres, hermanos y novios llegaran a lincharlo para premiarlo por su buen sentido del humor.
Uno de sus amigos lo llevó hasta un pueblo cercano donde subió a un bus rumbo a la capital y nunca jamás se volvió a saber de Juan el Bautista. Lo recordamos porque sus apodos perduran y algunos han trascendido a otras poblaciones y algunas mujeres deben su separación a que sus cónyuges investigaran su apodo que resultó ser reflejo de la realidad.

lunes, 18 de mayo de 2009

Sansón y Dalila

Por aquellas malditas mañas de poner apodos en los pueblos, al más debilucho, tímido y pendejo lo apodan Sansón. Y la muchacha del título, la amiga de Sansón, tampoco era Dalila. La verdad, todos los llamábamos por sus apodos y muy pocos estábamos enterados de cómo los bautizaron su papá y su mamá (los de ellos). ¿De dónde sales los sobrenombres? Sí, claro, de alguien y ¿Quién es ese alguien? Anónimo. En los pueblos pequeños casi nadie responde al nombre que le acomodaron en la pila bautismal. Los alias salen del imaginario popular y casi nunca reflejan a la persona, más bien son antónimos, contradictorios, paradójicos. Por ejemplo, para no molestarlos más; Sansón era el muchacho más flacuchento de la aldea, decían que si se ponía de perfil desaparecía y que para una radiografía iba donde el fotógrafo que lo paraba al frente de una linterna, sin camisa y le tomaba una foto; saz, sale el negativo y: “tome, ahí está su radiografía, amigo Sansón…” Y es que el tipo no tenía ni pelo para decir que el alias salía de su larga cabellera; qué, si casi estaba calvo pero, algún chistoso, al verlo tan desmirriado dijo: “miren ese Sansón” y así se quedó. ¿Y, Dalila? En algún momento Dios o el diablo pensaron, alguno de los dos y yo no sé cual: “No es bueno que sansón esté solo” y como las desgracias no llegan solas, pues… apareció esta mujer de quien sabe dónde. Una mañana al salir de misa la encontramos en la puerta de la iglesia pidiendo limosna y como el amor es ciego, pun, que la ve Sansón y quedó flechado y resultaron viviendo debajo del puente, ese que hay a la salida del pueblo para los Llanos Orientales. Bien, como el tipo era Sansón, por derecha ella fue motejada como Dalila. ¡Qué bella pareja!, comentaban los desocupados del pueblo al verlos pasar y los desgraciados le echaban piropos a la pobre mujer y Sansón los insultaba muerto de los celos; si, porque el flacuchento era un celoso enfermizo y se moría de rabia cuando la miraban y el espantajo sonreía coqueta con esa boca desdentada y esa fealdad espeluznante. Lo cierto es que Sansón se llenó de motivos contra todos los varones de la parroquia (afirmo que todos porque para ver rabiar al pobre escuálido, todos le decíamos cosas bonitas a su esperpento) y un día, durante unas ferias y fiestas; en una de esas enormes carpas traídas de la capital para realizar los bailes populares con orquesta y todo; Sansón consiguió varios recipientes con gasolina, roció la carpa hasta donde pudo, arrumó palos y papeles y como a la media noche, cuando la fiesta estaba más animada se coló con una antorcha y les gritó desde la entrada: “me quiero morir, pero conmigo se van ustedes gran mal páridos”… y le prendió candela a la carpa.