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jueves, 23 de agosto de 2018

LA CUENTA DE COBRO CON QUE LLEGA CÓRDOBA A LA CONTRALORÍA


Los líderes de las bancadas le pusieron 203 votos al pereirano Carlos F. Córdoba para llegar al codiciado puesto, y ya esperan su compensación una vez posesionado

Carlos Felipe Córdoba ya sabía que iba a ser el nuevo contralor. La semana pasada las bancadas, por orden de sus jefes naturales –, César Gaviria, Andrés Pastrana, Germán Vargas Lleras— escogieron a Córdoba para suceder a Edgardo Maya. El único que no estaba de acuerdo era Álvaro Uribe, quien ya tenía su candidato José Félix Lafaurie. Sin embargo, la decisión ya estaba tomada y el ex presidente decidió no poner resistencia. Incluso José Obdulio Gaviria no le dio su respaldo a Lafaurie y se fue con Córdoba. Las votaciones le dieron la razón. En el Congreso, La U encabezada por Roy Barreras, los liberales con Mauricio Gómez Amín, hombre de confianza de Gaviria; los de Cambio Radical con Germán Varón Cotrino al frente; y los conservadores por orden de su presidente Hernán Andrade que le quitó el apoyo a su anterior candidato Wilson Ruiz, le pusieron 203 votos. Su elección pareció más un trámite que el estreno del nuevo mecanismo para elegir el cargo.
Y es que el nuevo contralor se ha convertido en una ficha que le cae bien a todos. Córdoba es un profesional en Gobierno y Relaciones Internacionales pereirano que se inició de la mano del ex presidente Uribe en las juventudes de su campaña en 2002 y comenzó en la actividad pública en el grupo del ex alcalde de Pereira César Castillo y luego pasó a ser secretario de Gobierno del conservador Víctor Tamayo, en la gobernación de Risaralda. De ahí pegó un salto a uno de los cargos de más alto vuelo en la Contraloría. Con escasos 30 años, Córdoba se convirtió en la mano derecha de la entonces contralora Sandra Morelli, siendo su vice contralor en 2012.
Sin embargo, mientras Córdoba iba estrechando su relación con el santismo, en la Fiscalía su nombre le empezó a dar problemas a su jefa Morelli. Para esos años Córdoba se casó con Marcela Yepes, hija de Ómar Yepes, ex congresista y ex director del Partido conservador. Yepes trabajaba en la Contraloría, pero su esposo le hizo el puente con Eduardo Montealegre y llegó como directora administrativa en la Fiscalía, un cargo de confianza del fiscal. Yepes se llevó unos documentos que no dejaban bien parada a Morelli, y Córdoba decidió alejarse de ella y defender a su esposa y su nuevo jefe.
Córdoba siempre ha querido ser alcalde de Pereira, pero cada tanto le sale un puesto nuevo que lo obliga a aplazar su candidatura. En 2015, cuando ya estaba haciendo planes de campaña, en Risaralda lo contactó César Giraldo, entonces director del Centro Democrático en el departamento, para que lo ayudara a organizar el partido y a cambio se le entregaría el aval. Al final la alcaldía no resultó, pero aterrizó como Auditor General de la Nación con el respaldo del Centro Democrático y en donde armó revuelo mediático, pero terminó muy criticado por su relación con Germán Vargas Lleras.
Cuando Córdoba salió de la Auditoría General, llegó a la campaña del ex vicepresidente Vargas. Se unió a la recolección de firmas y Cambio Radical le dio todo el respaldo cuando su nombre empezó a sonar para la dirección de la Federación de Departamentos. Córdoba conocía la federación cuando Germán Chica, del círculo inmediato del entonces presidente Santos, fue su director como cabeza del programa anti contrabando del gremio de los gobernadores. Con el respaldo de Cambio Radical y Germán Vargas Lleras, quien estaba buscando reemplazo al anterior director Plinio Olano, investigado y señalado en el escándalo Odebrecht.
El nuevo Contralor ha sabido moverse en todas las toldas políticas sin quedar comprometido con una en particular. Con su elección, la lupa ahora queda sobre los nombramientos directos que puede hacer en las contralorías regionales, cargos de alto vuelo que tradicionalmente han sido usados para pagar favores políticos.
TOMADO DE LAS 2 ORILLAS

miércoles, 21 de octubre de 2015

JUAN BAUSTISTA SANTIFICADOR DE APODOS

JUAN BAUSTISTA  SANTIFICADOR DE APODOS
Uno de tantos personajes de mi pueblo fue un señor de apellido Bautista del cual nadie recordó su nombre después de que pasó lo que pasó y es parte de la historia de esa aldea. Llegó como vendedor de ungüentos, medicinas y pócimas para curar desde la pecueca hasta el cáncer más arraigado, según pregonaba los días de mercado en el centro de la plaza. Dos días de la semana arribaba  y como llegaba marchaba para el siguiente pueblo donde hubiera ferias y fiestas o fuera día de mercado; hasta simpático era el hombre y ganaba amigos en todas partes con su verbo prodigioso de vendedor de específicos y formulas mágicas, para atraer la buena suerte y atar por siempre al ser amado, parecía que se las sabia todas.
Cuando hizo muchos amigos en las tiendas donde ofrecía su mercancía y sus servicios, empezó a beber como todos los caballeros porque ese fue y sigue siendo el deporte preferido de mi poblado, hasta perder la razón. Cuando se supo que su apellido era Bautista le acomodaron el Juan por delante y así quedó para siempre: JUAN EL BAUTISTA. Como el tipo era adicto a las bromas, los chistes, coplas chascarrillos y otras manifestaciones del humor popular, se destapo primero con adivinanzas picantes, chistes de doble sentido y coplas contra todo lo divino y lo humano. A medida que aumentaba la confianza comenzó a buscar apodos para todos los señores y señoras del pueblo, comenzando por sus amigotes y siguiendo por derecha contra todo lo que se movía en dos patas.
Quiero aclarar lo de dos patas; en mi pueblo los gallos son una de las distracciones y los criadores ponen nombres a sus animales, asi que “Espuelita”, “Cantaclaro”, “Vengador”, “Sangrebrava” y muchos otros fueron bautizados por Bautista que aun no era nombrado Juan. Con la confianza que le brindaban durante las horas de bebida empezó a bautizar sus amigotes como “Mangamiada” porque siempre se salpicaba cuando iba a orinar, “Culichupao” por su escasez de nalgas, “Matasuegras” porque era viudo dos veces, “Polvotriste” porque se le salían las lagrimas cuando tenía sexo… y así con todos los contertulios de sus juergas nocturnas. Y ahí si llegó el momento de apodarlo Juan el Bautista.
El bendito Bautista tomó su apodo en serio y cada vez que acomodaba un sobrenombre a una víctima del pueblo se paraba ceremonioso y decía: “Fulano de tal, yo te bautizo “Muertoparao” en el nombre del padre, de los hijos y de todos los sinvergüenzas aquí presentes, amen” echaba una bendición sacrílega al aire y todos soltaban la carcajada. Fue tanta la algarabía por los bautismos que sus alias se hicieron comunes y ya nadie se llamaba como lo puso el cura en la iglesia sino como lo bautizó Juan el Bautista en una taberna… pero todo tiene un final.
El comienzo del fin llegó cuando el hombre empezó a bautizar a las autoridades civiles y eclesiásticas a sus espaldas, como puede suponerse, y los pobladores a llamarlos por el apodo y cuchichear cuando transitaban por las calles. “Panceburra” era el alcalde por su abdomen prominente; “Mamasanta” la madre superiora de las monjas, “Culoetonta” el comandante de la policía, “Asaltacunas”el juez municipal por su gusto por las muchachitas y así con los del consejo, el rector del colegio y demás personajes destacados del pequeño poblado: “Pedoloco”, “Mocochirle”, “Manoerrana”, “Sabandija” y cuanto bicho o parecido encontraba lo acomodaba a alguien.
Todo era bajo control hasta que empezaron a filtrarse los apodos a los que inocentemente los llevaban con su desconocimiento. Y ahí no paro la cosa porque, llevado del éxito y las risas que lo proclamaban Bautista de los apodos, se metió con las damas, lo más sagrado de la comunidad. Y no era en si el sobrenombre sino el significado que tenía y que llegó a oídos de las víctimas por la vía de la chismosa del pueblo. Uno de los borrachines estaba casado con ella y muerto de la risa le contaba de los nuevos apodos que causaban hilaridad en ella de la misma manera. Pero cuando se metió con sus amigas y conocidas… ah, y con ella misma, eso fue el mierdero como dijeron después sus amigotes y es que no era para menos.
Mientras no hubo traducción de significados el problema no estalló pero cuando se supo que “Carpaecirco” quería decir que la clavaban en cualquier potrero, “Vasodeagua” no se le niega a nadie, “Cajeroautomatico” abierto las 24 horas, “La ninfómana” que no se saciaba con nada, “Monedita” que pasa de mano en mano, “Billetico” que todos la manosean y así con muchas otras. Por fortuna alguien le avisó antes de que esposos, padres, hermanos y novios llegaran a lincharlo para premiarlo por su buen sentido del humor.
Uno de sus amigos lo llevó hasta un pueblo cercano donde subió a un bus rumbo a la capital y nunca jamás se volvió a saber de Juan el Bautista. Lo recordamos porque sus apodos perduran y algunos han trascendido a otras poblaciones y algunas mujeres deben su separación a que sus cónyuges investigaran su apodo que resultó ser reflejo de la realidad.

lunes, 18 de mayo de 2009

LOS REYES VAGOS

En el pueblo de siempre, perdón que sea tan iterativo pero es que allí transcurrió gran parte de mi vida, los tíos del bobo Salomón, los señores Rey, tenían la mejor ocupación del mundo, según ellos, la de no hacer nada. El dinero de sus ancestros, bien administrado por las matronas de la familia, producía suficientes ganancias para que los vástagos malgastaran el capital en bebida y enamorar las solteronas del pueblo. A las señoritas casaderas las dejaban quietas por una razón muy sencilla: les aterraba la idea de un compromiso serio, que era lo que les ocasionaría la aceptación de un noviazgo oficial por su parte con cualquiera de las niñas principales de la población. Para su deleite y placer estaban las campesinas de sus haciendas y las sirvientas de todo el pueblo. ¡Qué tal un Rey casado y con compromisos serios! Eso estaba para los aburridos, a ellos no los ataban con el cuento del matrimonio… Eran tres primos hermanos, hijos de tres hermanos Rey, fallecidos en diferentes circunstancias y por distintos motivos, eran los únicos varones “normales” del clan. En la familia Rey abundaban las mujeres y todas, sin excepción, habían contraído matrimonio con hombres serios y trabajadores que ayudaban a acrecentar el capital familiar y la descendencia, todo bajo la batuta de doña Emilia, la matrona principal y cabeza visible del pequeño imperio de los Rey. Sólo había un lunar en la familia: el bobo Salomón Rey, el otro varón familiar, que ni se llamaba así, sino Luis Alfonso, y era el hazmerreir de los otros vagos, los tres Reyes vagos se hacían los pendejos cuando lo veían por la calle en compañía de alguna de sus hermanas o primas para evitar las burlas sobre sí mismos, de los otros sinvergüenzas. Tanto habían acumulado fama de vagos que en un enero el sacerdote durante el sermón del seis, Día de los Reyes Magos en la iglesia católica, cometió un lapsus linguae que aun recuerdan los ociosos con carcajadas. Hablaba el curita de la visita de Melchor, Gaspar y Baltasar a la Sagrada Familia, de sus obsequios de oro, incienso y mirra y del simbolismo que se le dio a esta visita. Todo el mundo escuchaba las palabras del orador sagrado hasta cuando lo traicionó el inconsciente y dijo por el micrófono que estábamos celebrando la fiesta de “Los tres Reyes Vagos”, pobre curita, salvo unas pocas señoras respetables, la iglesia en coro retumbó con una carcajada al unísono, de los demás feligreses. Tienen un dicho en el pueblo: “Mi Dios no se queda con nada”, y los creyentes (todos los feligreses) que estuvieron en la iglesia el día de la metida de pata del curita Beltrán, estaban convencidos de que la burla ocasionada, sin querer, por los tres Rey, no quedaría impune. Además, argumentaban la Ley de la Compensación y metieron el Karma y en algún momento algún exaltado llegó hasta la destrucción de Sodoma y Gomorra, ¡Qué benditos tan exagerados! Lo cierto es que unos meses más tarde llegó un alcalde nuevo, estricto en cuanto a las normas de convivencia, al cumplimiento de la ley y con un odio visceral hacia los perezosos y sinvergüenzas. La verdad sea dicha, todas las mujeres del pueblo en general, y las Rey en particular, estaban más que aburridas de la vagancia de esa caterva de vagos que todos los días se reunía a ver pasar las mujeres, echar piropos, contar chistes pendejos y descuerar a todo el mundo a punta de lengua. Formaron una comisión que habló con el alcalde y le aseguraron su apoyo condicional en la decisión que tomara contra los sinvergüenzas, pero que fuera una sanción ejemplar. El alcalde les pidió calma y un poco de tiempo. Con el apoyo del Concejo Municipal dictó unas medidas para el arreglo y ornato del municipio y estipuló en letra pequeña que quienes no colaboraran en efectivo o en especies se verían obligados a realizarlo en forma obligatoria. ¡Claro que los niños perezosos no escucharon las instrucciones por los parlantes de la alcaldía!, ¡claro que tampoco leyeron los edictos fijados en todas las esquinas!, de manera que incumplieron con todas las nuevas normas y ¡claro que se sorprendieron cuando llegó la policía a detenerlos! y ¡claro que pidieron ayuda a sus madres y hermanas y la sorpresa fue máxima cuando estas les negaron su apoyo, el que siempre tenían, y tuvieron que someterse a un castigo que les marcó para siempre y después los convirtió en ciudadanos útiles. El alcalde, con el apoyo y asesoría de las mujeres estableció que estos perdularios pagarían su desobediencia con lo que menos les agradaba hacer en la vida, con el agravante que lo harían obligados y hasta terminar el nuevo edificio del Palacio Municipal, fueron condenados a ¡Trabajos Forzados!