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lunes, 9 de noviembre de 2015

NOS JODIMOS CON LOS CANCERÍGENOS



En otro artículo me referí a los alimentos que, supuestamente, son agentes de ese demonio llamado cáncer y meditando con calma descubrí, según mis reflexiones, que hoy en día nos meten miedo con muchas cosas que son (según los noticieros y demás medios de comunicación) posibles agentes de la enfermedad. Ahí tienen los hipocondriacos una disculpa para quejarse y dejar de comer o evitar el consumo o uso de algunas sustancias o materiales.
Resulta que según los chismes que circulan; y digo chismes y no noticias, porque esto es pura especulación sin ninguna base científica. Dizque los tatuajes pueden producir cáncer, ciertos materiales usados en la confección de prendas de vestir, el humo de los carros, por no decir el de los cigarrillos, las chimeneas y todo cuanto salga producto de la combustión de madera, carbón, gasolina, tabaco, plástico, etc. La lista es interminable.
Si vamos  de paseo y nos asoleamos sin protector solar, pun hijuemadre, tome su cáncer para que aprenda, y si es en la playa peor le va por pendejo… eso dicen. La ropa ajustada, el licor, el beso de la mujer amada, acariciar los gatos, tener mascotas en sitios reducidos, asistir a discotecas encerradas y malolientes (este creo que si es verdad, jajaja), la pólvora de diciembre, andar sin tapabocas, montar en transmilenio, comer fritanga, no usar preservativos, sacarse los mocos, en fin, todo se convirtió en agente cancerígeno.
En este punto me pongo a pensar cómo diablos sobrevivimos hasta el siglo XXI entre tanta enfermedad y contaminantes. Conocí muchas personas que se cuidaban de todo y se fueron de este mundo de contado. Me explico, tenían cuidado con lo que comían, bebían, vestían y hasta los polvos matrimoniales eran con cierta programación para evitar el cáncer. Y llegó la pelona y se los llevó; su herencia genética estaba programada para pocos años de vida. El que tenga antepasados muertos por el cáncer esta jodido.
Yo sigo comiendo lo que me gusta, no consumo alimentos de laboratorio que hacen milagros y tienen que ser administrados a horas precisas como ese Herba life o como se llame. Estoy hasta el cogote con tanta propaganda de lo que me libra de todas las enfermedades. Michael Jackson dormía en una cabina de oxigeno puro para vivir 150 años y se fue a los 50. El comandante Hugo Chávez se puso de bocón de que iba a gobernar hasta el 2026, le gustara a quien le gustara y también se jodió. Mi abuelito no dijo nada y vivió 105 años sin dormir entre oxigeno ni nada. Comió, bebió y fornicó y me dejó una buena herencia genética.
Creo que es hora de que dejemos de ser los idiotas útiles que consumimos los productos gringos que vienen dosificados para hacernos creer que sólo con ellos viviremos sanos, fuertes y libres del flagelo del cáncer. Esta enfermedad es incurable y hasta donde sé aun no descubren como hijuemadre se contrae. Lo que si se es que no es contagiosa pero, parece que la ingenuidad y la pendejada si lo son.
Edgar Tarazona Angel

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viernes, 28 de agosto de 2015

YA NO TENGO LA DEPRESIÓN



En esta época de angustiados, estresados, depresivos y amargados por unas y otras razones es bueno darle un vuelco a esas situaciones angustiosas que llenan de tristeza, desazón y amargura a miles de personas y quiero compartir una anécdota que acomodé a mi manera de narrar.
Me dijo una amiga que estaba en una depre terrible asomada a su ventana del segundo piso cuando escucho gritos en la calle. Como es normal en los seres humanos se le despertó la curiosidad y preguntó a un transeúnte que regresaba del tumulto que era lo que ocurría. El señor le dijo que la vecina estaba gritando que le habían quitado la depresión.
Ella se interesó de inmediato porque, si había un remedio para este mal pues como no buscarle soluciones a esa ansiedad que sólo conocen los que la han sufrido. Se arreglo de afán con lo que encontró a la mano y caminó lo más rápido que pudo a donde la señora seguía vociferando que se le desapareció la depresión.
La alegría no le duró mucho tiempo; la pobre señora, de escasos recursos, cuando quiso preparar el almuerzo para su familia, descubrió que algún amigo de lo ajeno le había hurtado su olla de presión y esa era la razón de su gritería. Pero en los gritos no se notaba la separación de las palabras y no sonaba como me quitaron la de presión, sino la depresión. Queridos lectores para la depresión crónica no hay remedio; para la de presión si lo hay: comprar una nueva.
Edgar Tarazona Angel