En esta época de
angustiados, estresados, depresivos y amargados por unas y otras razones es
bueno darle un vuelco a esas situaciones angustiosas que llenan de tristeza,
desazón y amargura a miles de personas y quiero compartir una anécdota que
acomodé a mi manera de narrar.
Me dijo una amiga que estaba
en una depre terrible asomada a su ventana del segundo piso cuando escucho
gritos en la calle. Como es normal en los seres humanos se le despertó la
curiosidad y preguntó a un transeúnte que regresaba del tumulto que era lo que
ocurría. El señor le dijo que la vecina estaba gritando que le habían quitado
la depresión.
Ella se interesó de
inmediato porque, si había un remedio para este mal pues como no buscarle
soluciones a esa ansiedad que sólo conocen los que la han sufrido. Se arreglo
de afán con lo que encontró a la mano y caminó lo más rápido que pudo a donde
la señora seguía vociferando que se le desapareció la depresión.
La alegría no le duró mucho
tiempo; la pobre señora, de escasos recursos, cuando quiso preparar el almuerzo
para su familia, descubrió que algún amigo de lo ajeno le había hurtado su olla
de presión y esa era la razón de su gritería. Pero en los gritos no se notaba
la separación de las palabras y no sonaba como me quitaron la de presión, sino
la depresión. Queridos lectores para la depresión crónica no hay remedio; para
la de presión si lo hay: comprar una nueva.
Edgar Tarazona Angel
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