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martes, 29 de junio de 2010

MI HERMANO GEMELO





Esta historia no es mía; la escuché hace años de labios de mi abuelita, la mujer que más me ha querido en este mundo. Me miraba y suspiraba sin decir ninguna palabra, apenas se le humedecían los ojos cansados y me abrazaba con ternura mientras decía en un susurro:

- Mi niño lindo… si tú supieras…

Nunca decía otra cosa y con el tiempo la curiosidad comenzó a martirizarme hasta hacerse dolorosa. Tal vez yo tenía siete u ocho años cuando me atreví a preguntarle:

- Abuelita, ¿qué es lo que yo debería saber?

Dio un gran suspiro y se le soltaron al mismo tiempo un raudal de lágrimas y un secreto, que me ha tenido en pena demasiados años, que me acompañará hasta la muerte. Demoró varios minutos y me confesó:

- Mi niño amado – dijo con voz entrecortada y quejumbrosa- es que usted es uno de los gemelos.

- ¿Cómo dice, abuelita?

- Que ustedes fueron dos, nacieron idénticos y era imposible distinguirlos.

- ¿Pero, qué pasó con mi hermanito?

- ¡Ay, mi niño, un día, al bañarlos, me descuidé y uno de ustedes se ahogó!

No sé si ustedes comprendan mi drama, el mismo que agobiaba a mi nana, pasar la vida con el dilema si el muerto fue mi hermano o fui yo.

lunes, 18 de mayo de 2009

Abel, asesino de su hermano

Es un muchacho pueblerino que crece educado con la Biblia al pie de la letra. Es un poco lerdo para entender y eso hace que repita varios cursos de la escuela primaria. Sólo cursó el primer año de bachillerato pero lo repitió seis veces, de manera que sus padres le suspenden la ayuda para que estudie y le consiguen oficio. Su ocupación es hacer los mandados de los vecinos que lo solicitan a cambio de un dinero. El único libro que lee es la Sagrada Biblia y lo entiende a su manera. Asiste a todos los oficios religiosos y escucha con atención los sermones del padre pero, igual, acomoda la enseñanza a lo que su mente lenta le aconseja. Lo impactó sobremanera la historia de Caín y Abel y recuerda que su hermano menor tiene vacas y ovejas y no hace sacrificios al señor. El no cultiva la tierra pero como poco se baña se dice a si mismo que la lleva a cuestas. Casi no cae en cuenta de que su nombre es Abel y cuando lo hace decide actuar según lo que recuerda del Génesis. Un día su hermano desobedece a su padre y le grita a su madre. Las palabras de la Biblia acuden a su cabeza en desorden, sigue a su hermano y, por la tarde, cuando este regresa de cuidar sus animales, lo ataca con una canilla de vaca que encontró en las afueras del matadero. Dice que lo mató igual que el Abel de la Biblia lo hizo con su hermano menor, para seguir las Santas Palabras. Terminado el juicio y leído el veredicto condenatorio; alguien del público le grita: ¡Pendejo, fue al revés!