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lunes, 18 de mayo de 2009

CAIN

¡Qué vaina más jodida enamorarse uno de la mujer del propio hermano! Y el problema se agrava cuando la maldita hace todo lo posible por seducirlo a uno. Ese fue el comienzo de mi desgracia. Ella era, perdón, es, una mujer muy hermosa; lo mismo que mi esposa; al fin y al cabo son hermanas. Sí, dos hermanos nos casamos con dos hermanas; gemelas, para más señas pero no idénticas. En el físico hay grandes parecidos pero en el resto son diferentes. La mía es callada, sencilla, piadosa, casera, recatada. La de mi hermano es coqueta, frívola, desordenada, en pocas palabras una mala esposa. ¿Qué me atrajo? No sé… pero sentía que no podía vivir sin ella. Sin saber cómo resultamos de amantes y ella correspondió a mi amor y a mis deseos. La situación se puso muy desesperante, hasta el punto de que tramamos matar a mi hermano. No sabemos si para nuestra fortuna o nuestra desgracia todo se resolvió en forma inesperada… cuando descubrimos que mi hermano y mi esposa eran amantes.

Abel, asesino de su hermano

Es un muchacho pueblerino que crece educado con la Biblia al pie de la letra. Es un poco lerdo para entender y eso hace que repita varios cursos de la escuela primaria. Sólo cursó el primer año de bachillerato pero lo repitió seis veces, de manera que sus padres le suspenden la ayuda para que estudie y le consiguen oficio. Su ocupación es hacer los mandados de los vecinos que lo solicitan a cambio de un dinero. El único libro que lee es la Sagrada Biblia y lo entiende a su manera. Asiste a todos los oficios religiosos y escucha con atención los sermones del padre pero, igual, acomoda la enseñanza a lo que su mente lenta le aconseja. Lo impactó sobremanera la historia de Caín y Abel y recuerda que su hermano menor tiene vacas y ovejas y no hace sacrificios al señor. El no cultiva la tierra pero como poco se baña se dice a si mismo que la lleva a cuestas. Casi no cae en cuenta de que su nombre es Abel y cuando lo hace decide actuar según lo que recuerda del Génesis. Un día su hermano desobedece a su padre y le grita a su madre. Las palabras de la Biblia acuden a su cabeza en desorden, sigue a su hermano y, por la tarde, cuando este regresa de cuidar sus animales, lo ataca con una canilla de vaca que encontró en las afueras del matadero. Dice que lo mató igual que el Abel de la Biblia lo hizo con su hermano menor, para seguir las Santas Palabras. Terminado el juicio y leído el veredicto condenatorio; alguien del público le grita: ¡Pendejo, fue al revés!