Empecé a trabajar como profesor de
primaria a los dieciocho años, tan pronto me gradué de maestro en una escuela
normal, era casi de la edad de los muchachos de quinto grado y jugaba con ellos
en el recreo en lo que se practicaba
hace muchos años: Trompo, tres huecos, rayuela, etc. Y me sentía a gusto con
ellos. A los tres años me cambiaron de colegio a uno más grande y, por supuesto
con mayor cantidad de estudiantes, allí llegaron varios compañeros de la Normal
que terminaron sus estudios tres años después de mi. La amistad era completa, jugábamos
básquet, futbol, íbamos a fiestas y bebíamos cerveza los fines de semana.
Como puede suponerse a los 21 años de
esa época, era cuando uno empezaba a ennoviarse y a salir con chicas sin ningún
problema (En otro artículo voy a explicar lo complicado de los noviazgos de los
años sesentas), sin pedir permisos y algunas veces sin la compañía de una tía
solterona o el hermanito menor que estorbaba para los besos rápidos de esos
años. Ahora los jóvenes no tienen vigilancia, no piden permiso y se van a la
cama a la primera o segunda cita; muchos matrimonios de esa época se dieron
porque la chica estaba embarazada o porque era la única forma de tener sexo con
ella.
Bueno, pues los cuatro compañeros
salíamos juntos a todas partes y cuando había novias pues con ellas también, o
sea éramos ocho para los fines de semana (el viernes y el sábado dejábamos las novias
en sus casas y nosotros seguíamos en lo nuestro que, comparado con lo actual,
era muy inocente: jugar billar, tomar cerveza y, de pronto ir a un baile.
Y la VIUDA? Se estarán preguntando. Pues
en mi curso había un chico muy perezoso y desordenado y de ninguna manera
mejoraba; entonces yo envié una nota a la casa para que se presentara una
persona mayor responsable para conversar acerca del niño y ver la manera de
corregir su comportamiento. Al otro día se presentó una muchacha como de mi
edad, muy linda por cierto que me dijo ser la hermana de Edwin, el nombre del
estudiante. Conversamos, nos pusimos de acuerdo en el método a seguir y nos
hicimos amigos; me invitó a tomar onces en su casa con su madre y este es el verdadero
comienzo de la historia.
A partir del siguiente fin de semana
mis amigos se quedaron sin mi presencia. Rehusaba invitaciones y los viernes
tan pronto salíamos de la jornada laboral me perdía sin rumbo conocido y, por
más que insistían no quise decirles para donde o con quien me iba a encontrar,
dese ese primer día y durante unos tres meses. Durante la semana lo único que
yo les comentaba era que me encontraba con una viuda y pasaba los fines de
semana con la misma viuda y esta palabra se convirtió en tema recurrente; hasta
el punto que me apodaron el Viudo, jajaja.
Estaban preocupados porque notaban mi
gran amor por la viuda y, como ocurre siempre, en su imaginación tenían a una
anciana vestida de negro y llorando a toda hora. Pues se inventaron una fiesta
de muchachos jóvenes con la intención de que yo conociera chicas de mi edad y
me ennoviara con alguna. Les dije que asistiría pero si podía ir con mi viuda y
noté el gesto de desagrado de todos, eso les dañaba el plan porque su interés
era alejarme de esa supuesta vieja decrépita. Y se burlaban cantando El viudo y
la viuda se van a casar… Le comente a mi novia la idea de asistir y le pareció
genial.
El día de la grandiosa fiesta llegué
un poco tarde para aumentar las expectativas y cuando me aparecí con una
hermosa chica todo el mundo se calló y Uriel, el más descarado se presentó y de
frente me dijo, lo felicito mi hermano, esta si es una belleza, afortunadamente
no trajo a su famosa viuda, este comentario fue aplaudido por todos los que lo escucharon
y se arremolinaron a abrazarme y mirar de cerca mi nueva novia radiante de
alegría y juventud. Cuando todo se calmó hablé en voz alta para que todos escucharan;
amigos, les presento a mi novia, mi gran amor, la VIUDA que llena mis espacios
y los fines de semana me aleja de ustedes.
Cuando pasó el momento del asombro
habló ella en medio de su risa cantarina que me fascinaba: siempre quise unirme
a su grupo pero mi amor no me lo permitió, quiso conservar en secreto nuestra
relación porque soy hermana de Edwin, un niño que estudia en su colegio. Ah, y
lo de viuda no es un invento, me casé de dieciocho años y tres meses después mi
esposo se mató en un accidente con su
motocicleta, yo soy la viuda.
Edgar Tarazona Angel
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